30 diciembre 2008

De Verónica


Soy un hijo de puta, pero si pellizcas mis labios le doy candela al corazón. Jugamos en un cuarto, los besos pájaros enredados, hojas de palmera, banderas podridas. Soy un hijo de puta el noventa por ciento de la semana, peleo con sombras, defiendo mi reino cochambroso, capullito pelado con el cerebro adormecido. Verónica, mastico tu nombre, y tus labios laten con malicia. Soy, te lo digo, un hijo de puta. Sabes cuánto duele y cómo me esfuerzo.

Cuando llorar no es suficiente recompondrás las piezas.

Di que me amas, dilo otra vez, dilo o, mejor, despega hacia la estratosfera, despliega máscaras con abrasiones de saliva, la mascarada de nuestro amor suicida.

Fallé.

Lo sé y lo siento.

Mi propia voz en off repite palabras, y si te vas me arrolla el frío, un coche cruje mi costillar y mi corbata, abrazado a los peces nocturnos con los ojos abiertos que copulan unos sobre otros en la profundidad azul petróleo del mar de los sargazos, y bebo cocacola entre tus muslos, escapo del tenedor eléctrico y esnifo cadaverina.

Somos viajeros siderales en un cuarto con vistas al desagüe, un animal hambriento en nuestra habitación secreta.

Lejos de tu boca, nena, soy, lo sé, un chucho acobardado, condenado a estar solo, medio muerto o medio vivo, y discretamente, poco a poco, meto la mano entre tus bragas, experimento tu carne nómada, solo y contigo, encolado, encoñado, encamado a tu clítoris como una bala de plata rosa.

Solo contigo, solo por ti, ya mereció la pena.


Julio Valdeón Blanco (Valladolid, 1976)

Primer capítulo de Verónica

25 diciembre 2008

De El amante

RICHARD: Oh, a propósito... La verdad es que quería preguntarte algo.

SARAH: ¿Qué?

RICHARD: ¿Alguna vez se te ocurre que mientras te pasas la tarde siéndome infiel yo estoy en mi escritorio repasando balances y gráficos?

SARAH: Qué pregunta más rara.

RICHARD: No, tengo curiosidad.

SARAH: Nunca me lo habías preguntado.

RICHARD: Siempre quise saber.


Harold Pinter
(Londres, 1930-2008)

Fragmento de El amante (1963)

Edición de Losada, 2005, traducción de Rafael Spregelburd

15 diciembre 2008

Cartas a un joven poeta



También el arte es sólo un modo de vivir. Aun viviendo de cualquier manera, puede uno prepararse para el arte, sin saberlo. En cualquier realidad se está más cerca de él que en las carreras irreales, artísticas a medias, que, aparentando cierto allegamiento al arte, en la práctica niegan y socavan la existencia de todo arte. Como lo hacen, por ejemplo, el periodismo en su totalidad, casi toda la crítica profesional, y las tres cuartas partes de lo que se llama y quiere llamarse literatura.


Rainer María Rilke.
Cartas a un joven poeta

27 noviembre 2008

GENIAL DON NICANOR


MANIFIESTO

Señoras y señores
Esta es nuestra última palabra.
-Nuestra primera y última palabra-
Los poetas bajaron del Olimpo.
Para nuestros mayores
La poesía fue un objeto de lujo
Pero para nosotros
Es un artículo de primera necesidad:
No podemos vivir sin poesía.
A diferencia de nuestros mayores
-Y esto lo digo con todo respeto-
Nosotros sostenemos
Que el poeta no es un alquimista
El poeta es un hombre como todos
Un albañil que construye su muro:
Un constructor de puertas y ventanas.
Nosotros conversamos
En el lenguaje de todos los días
No creemos en signos cabalísticos.
Además una cosa:
El poeta está ahí
Para que el árbol no crezca torcido.
Este es nuestro lenguaje.
Nosotros denunciamos al poeta demiurgo
Al poeta Barata
Al poeta Ratón de Biblioteca.
Todo estos señores
-Y esto lo digo con mucho respeto-
Deben ser procesados y juzgados
Por construir castillos en el aire
Por malgastar el espacio y el tiempo
Redactando sonetos a la luna
Por agrupar palabras al azar
A la última moda de París.
Para nosotros no:
El pensamiento no nace en la boca
Nace en el corazón del corazón.
Nosotros repudiamos
La poesía de gafas obscuras
La poesía de capa y espada
La poesía de sombrero alón.
Propiciamos en cambio
La poesía a ojo desnudo
La poesía a pecho descubierto
La poesía a cabeza desnuda.
No creemos en ninfas ni tritones.
La poesía tiene que ser esto:
Una muchacha rodeada de espigas
O no ser absolutamente nada.
Ahora bien, en el plano político
Ellos, nuestros abuelos inmediatos,
¡Nuestros buenos abuelos inmediatos!
Se refractaron y dispersaron
Al pasar por el prisma de cristal.
Unos pocos se hicieron comunistas.
Yo no sé si lo fueron realmente.
Supongamos que fueron comunistas,
Lo que sé es una cosa:
Que no fueron poetas populares,
Fueron unos reverendos poetas burgueses.
Hay que decir las cosas como son:
Sólo uno que otro
Supo llegar al corazón del pueblo.
Cada vez que pudieron
Se declararon de palabra y de hecho
Contra la poesía dirigida
Contra la poesía del presente
Contra la poesía proletaria.
Aceptemos que fueron comunistas
Pero la poesía fue un desastre
Surrealismo de segunda mano
Decadentismo de tercera mano,
Tablas viejas devueltas por el mar.
Poesía adjetiva
Poesía nasal y gutural
Poesía arbitraria
Poesía copiada de los libros
Poesía basada
En la revolución de la palabra
En circunstancias de que debe fundarse
En la revolución de las ideas.
Poesía de círculo vicioso
Para media docena de elegidos:
"Libertad absoluta de expresión".
Hoy nos hacemos cruces preguntando
Para qué escribirían esas cosas
¿Para asustar al pequeño burgués?
¡Tiempo perdido miserablemente!
El pequeño burgués no reacciona
Sino cuando se trata del estómago.
¡Qué lo van a asustar con poesías!
La situación es ésta:
Mientras ellos estaban
Por una poesía del crepúsculo
Por una poesía de la noche
Nosotros propugnamos
La poesía del amanecer.
Este es nuestro mensaje,
Los resplandores de la poesía
Deben llegar a todos por igual
La poesía alcanza para todos.
Nada más, compañeros
Nosotros condenamos
-Y esto sí que lo digo con respeto-
La poesía de pequeño dios
La poesía de vaca sagrada
La poesía de toro furioso.
Contra la poesía de las nubes
Nosotros oponemos
La poesía de la tierra firma
-Cabeza fría, corazón caliente
Somos tierrafirmistas decididos-
Contra la poesía de café
La poesía de la naturaleza
Contra la poesía de salón
La poesía de la plaza pública
La poesía de protesta social.
Los poetas bajaron del Olimpo.

Nicanor Parra

Chile, 1914

10 noviembre 2008

LGM y noviembre

También aquí yo espero que me abracen,

que alguna vez me abrace

cualquier aparecido.




Noviembre es un desorden

sentimental, me dices.



Dos extractos de dos poemas de Diario cómplice, de Luis García Montero, que aparecen en Poesía urbana, editado por Renacimiento.

01 noviembre 2008

Poema


Cuando ya no nos queda nada,
el vacío de no quedar
podría ser al cabo inútil y perfecto.


José Ángel Valente
(Orense, 1929 - Ginebra, 2000)

del libro Mandorla (1984)

22 octubre 2008

Viareggio, Italia, 23 de abril de 1903

.
"...Dése siempre la razón a usted mismo y a sus sentimientos frente a cualquier estudio, comentario o introducción; si resultase que está equivocado, con el tiempo, el crecimiento natural de su vida interior irá sacándolo del error. Deje que su criterio evolucione a su manera, en silencio y sin estorbo; ese progreso, como cualquier otro, debe salir de lo más hondo del interior, y no es posible apremiarlo ni acelerarlo. Sólo hay una manera: estar embarazado y luego dar a luz. Dejar que cada impresión y cada germen de sentimiento madure en nuestro interior, en lo oscuro, en lo indecible, inconsciente, inalcanzable para nuestro propio entendimiento, y aguardar con honda humildad y paciencia la hora del nacimiento de una nueva claridad: sólo eso es vivir artísticamente, tanto en la comprensión de las cosas como en el acto de crear.

---No hay que medir el tiempo, no valen los años, y diez años no son nada; ser artista significa no calcular ni contar; madurar como el árbol, que no apremia a su savia, y se alza confiado en los días ventosos de la primavera sin temer ni por un instante que después pueda no llegar el verano. Sí que llega. Pero sólo les llega a los pacientes, a los que viven como si tuvieran toda la eternidad por delante, sin preocupaciones, con calma y amplitud. Lo aprendo cada día, lo aprendo con dolores que agradezco: ¡la paciencia lo es todo!
.
Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta, recogido en Elegías de Duino, Los sonetos a Orfeo y otros poemas seguido de Cartas a un joven poeta, edición bilingüe de Eustaquio Barjau y Joan Parra. Círculo de Lectores, Barcelona, 2000, pp. 331-332
.

14 octubre 2008

Fin de otoño en Venecia


Para Nán, veneciano convencido

Ahora ya la ciudad no flota como un cebo
que captura todos los días que asoman.
Los palacios de vidrio suenan más quebradizos
a tu mirada. Y de los jardines cuelga

el verano como un montón de marionetas,
cabeza abajo, cansado, asesinado.
Pero del fondo de los viejos esqueletos del bosque
brota voluntad: como si de la noche al día

el general del mar fuera a doblar
las galeras en el arsenal vigilante,
para calafatear el aire ya cercano del alba

con una flota que a fuerza de remos se congrega
y bruscamente, amaneciendo con todos los estandartes,
posee el viento grandioso, radiante y fatal.

.

Spätherbst in Venedig

Nun treibt die Stadt schon nicht mehr wie ein Köder,
der alle aufgetauchen Tage fängt.
Die gläsernen Paläste klingen spröder
an deinen Blick. Und aus den Gärten hängt

der Sommer wie ein Haufen Marionetten
Kopfüber, müde, umgebracht.
Aber vom Grund aus alten Waldskeletten
steigt Willen auf: als sollte über Nacht

der General des Meeres die Galeeren
verdoppeln in dem wachen Arsenal,
un schon die nächste Morgenluft zu teeren

mit einer Flotte, welche ruderschlagend
sich drängt und jäh, mit allen Flaggen tagend,
den groBen Wind hat, strahlend und fatal.

Reproduzco el soneto en alemán para que, quien pueda leerlo en dicha lengua, lo saboree como es debido; pero también, en general, para que podáis apreciar mejor su rima y musicalidad.
.
Rainer Maria Rilke, Neue Gedichte (Nuevos poemas), recogido en Elegías de Duino, Los sonetos a Orfeo y otros poemas seguido de Cartas a un joven poeta, edición bilingüe de Eustaquio Barjau y Joan Parra. Círculo de Lectores, Barcelona, 2000.

05 octubre 2008

Un libro mágico

[...]

Por fin tomó una decisión: se quedaría sentado toda la noche delante de su mesa camilla para descubrir cómo ocurrían las misteriosas apariciones y desapariciones; así que se echó una siesta más larga que de costumbre para no tener sueño por la noche y a eso de las diez y media se encerró en la habitación, colocó el tomo segundo en la camilla y se dispuso a esperar pacientemente: las once... las doce... la una. Nada, allí no pasaba nada. A la una y media, cuando estaba a punto de meterse en la cama, harto ya de esperar, contempló estupefacto que el libro se estaba abriendo pero no del todo, solo un poquito, como cuando se deja un lapicero entre las páginas. Algo se movía dentro. La primera idea que tuvo don Anselmo fue mala: dar un manotazo en el libro y terminar de una vez con quien revolvía en su enciclopedia, pero como era una idea mala la rechazó, porque los años le habían enseñado que es falso que las primeras ideas sean las mejores. Se decidió, pues, por la segunda: esperar a ver en qué quedaba aquello.

Dentro del libro algo seguía moviéndose, hasta que pudo ver cómo asomaba entre las páginas la cabecita rubia de una niña. ¿Una niña o una muchacha? Tenía unos bellísimos ojos, ¿azules o grises?, y al asomarse, sus largos cabellos, coronados de flores, colgaban por el canto inferior del libro. De repente, la niña debió de darse cuenta de que aquel señor estaba allí mirándola, porque se ocultó precipitadamente en la página, se oyó como un rumor de hojas secas dentro del libro y todo quedó en calma. Pero allí estaba la prueba de que don Anselmo no veía visiones: en el tomo ya cerrado, una diminuta flor azul colgaba aprisionada por el tallo. Abrió el libro con mucho cuidado por aquella página. Y ¡qué página!: La Primavera, el cuadro de Botticelli.

[...]

Jesús Arribas
(Pradosegar, Ávila, 1940)

Fragmento del cuento La primavera en el tomo segundo, contenido en el volumen El cuento de todos los días (Madrid, Mandala-Lápiz Cero, 2006)

03 octubre 2008

RMR

:
A ti, oscuridad de la que vengo,
te amo más que a la llama
que limita el mundo
y brilla sólo
para algún círculo
fuera del cual ningún ser sabe de ella.
.
Pero la oscuridad lo retiene todo:
formas y llamas, animales y a mí,
tal como lo atrapa,
personas y poderes...

.
Y puede ser que una gran fuerza
cerca de mí se agite.

.
Creo en las noches.
:
:
:
Apágame los ojos: puedo verte;
ciérrame las orejas: puedo oírte,
y sin pies puedo andar hacia ti,
y aun sin boca puedo invocarte.
Arráncame los brazos y te asiré
con el corazón como con una mano,
detén mi corazón y latirá mi cerebro,
y si incendias mi cerebro
te llevaré en mi sangre.

:
Rainer Maria Rilke, Das Stundenbuch (El libro de horas), recogido en Elegías de Duino, Los sonetos a Orfeo y otros poemas seguido de Cartas a un joven poeta, edición bilingüe de Eustaquio Barjau y Joan Parra. Círculo de Lectores, Barcelona, 2000.

29 septiembre 2008

Breve historia de la cerveza

Uno de los proverbios más antiguos, escrito en lengua de los sumerios, exime al trago de toda culpa en caso de accidentes:

La cerveza está bien.
Lo que está mal es el camino.

Y según cuenta el más antiguo de los libros, Enkidu, el amigo del rey Gilgamesh, fue bestia savaje hasta que descubrió la cerveza y el pan.
La cerveza viajó a Egipto desde la tierra que ahora llamamos Irak. Como daba nuevos ojos a la cara, los egipcios creyeron que era un regalo de su dios Osiris. Y como la cerveza de cebada era hermana melliza del pan, la llamaron pan líquido.
En los Andes americanos es la ofrenda más antigua: desde siempre la tierra pide que le derramen chorritos de chicha, cerveza de máiz, para alegrar sus días.

Eduardo Galeano. Espejos, Una historia casi Universal. Madrid, Siglo XXI, 2008.

19 septiembre 2008

Premio al Esfuerzo Personal 2008

Desde su blog, Sueños en la memoria, mega nos concede este premio, compartido con otras bitácoras, con el que reconoce nuestro esfuerzo por crear vínculos y espacios que empiezan por lo textual y literario pero terminan más allá, traspasando a veces a lo personal, al cara a cara, la calle, los bares, las manos y el afecto.

Este blog nació hace ya dos años, en octubre de 2006, idea de dos oficinistas nerviosos (quién lo diría), y ha corrido diversas suertes. Echó a andar solo hace tiempo y sigue queriendo, básicamente, ensanchar textos y literatura, compartir, sugerir, proponer.

Con respecto al premio, el único problema, intrínseco a la naturaleza del blog, es que para decidir a quién reenviarlo tendríamos que organizar una votación masiva, porque somos muchos los que participamos. ¿Cómo lo hacemos, chicos?

¡Muchas gracias gracias en nombre de LPDS!

Miradas sobre la India

Mi amiga Carla me pasa este apunte a la acuarela de su cuaderno de viaje de la India, acompañado de un fragmento de un libro que tuvo bastante éxito en su momento. Me dice que define el fragmento algo del carácter indio, de las sensaciones que en este agosto y parte de septiembre recogió.




No sabia que en algunos lugares, como en el país del que procedia Rahel, habia diferentes clases de desesperacion que pugnaban por la primacía, y que la desesperación personal nunca llegaba a ser lo suficientemente desesperada. Que algo sucedia cuando la confusion personal chocaba casualmente con el altar levantado al borde del camino a la confusion pública de una nacion.

El Dios de las pequeñas cosas
Arundhati Roy, India, 1961

15 septiembre 2008

[

Mi mujer dice: haz una lista. Me da un cuaderno y un lápiz, como si fuera un escolar. Pongo su nombre en redondillas y ella arranca la hoja y llora.
Llora. No como una niña ni como una vieja que piensa que ya no vienen a visitarla. Llora de verdadera molicie. De verme feo y sin uso, incauto.
Le pido no me dejes. Ella enciende la televisión y me mira como diciendo dame tregua, no te rebajes, vete de putas, véngate, date cuenta de que hace seis meses que no te beso, un año que no te hurgo, dos que casi no hablo contigo; dice grita, bebe, da un portazo, mátate con el coche, escapa de mí, piensa que te he reventado, que te he rajado la vida, que me he cagado en tus ideas, en tu identidad, que te he rascado por dentro y he soplado dentro de ti como dentro de un cristal fundido y luego te he estrellado contra el suelo.
Mi mujer dice: haz una lista, Llévate lo que quieras. Lo que quieras. Menos a mí.
Y pienso: quiero
una guerra
un sótano
ella y yo refugiados
astillas, barriles de vino, mantas de arpillera
le digo
no tengas miedo
no llores
Pero ella llora en mi camisa
y su cuerpo tiembla
(sopla cálido, del sur)
como los árboles que veo desde la habitación
Quiero, firme: guerra, invasión, pogromo, treblinka contra occidentales aburridos, la nefanda raza de anodinos occidentales que –brama en sus micrófonos el líder– hunde nuestra nación con sus banalidades (fiebre de aplausos, las juventudes antisustanciales golpean el suelo con sus estandartes).
Quiero (pienso) un ombligo para los dos, el hilo de oro que nos cosa las costillas.
Quiero que no te vayas. Mejor, firme: quiero que no tengas adónde.

]

Fragmento de Rosas, restos de alas, la primera novela de Pablo Gutiérrez (Huelva, 1978), publicada en La Fábrica Editorial (Madrid), Biblioteca BlowUp Novelas Cortas, 2008.

11 septiembre 2008

Verbo

El verbo se hizo carne
y anidó entre nosotros,
incluso en las gramáticas.
Escrito está en sus páginas el tiempo:
el pretérito imperfecto de mis años,
el oscuro futuro de la hipótesis
y el presente indicativo de tu ausencia.

Literatura

Escrito está en mi alma vuestro gesto
Garcilaso de la Vega


Reflejan estas horas de agua nieve
tu beso en la memoria de los charcos,
y cala gota a gota la caricia
la piel y la bufanda de mi olvido.
Ahora que se hielan las ausencias
y se hace material este vacío
regreso a mis tareas literarias
sabiendo la verdad de todo esto.
En el baño olvidaste tu cepillo
y en mi alma la escritura de tu gesto.

My darling

Restriégate, mujer, en esa boca
que no sabe de ti más que tu falda.
Restriégate, cherie, dame la espalda
que sé cuando se pierde y hoy me toca.

No creas, mon amour, que estoy deshecho.
Me queda dignidad para engañarte.
Nostalgia y disimulo tiene el arte
de amar cuando mi amor es mi despecho.

Gitana de mi beso disecado
que bailas sin peinetas ni tacones
desnuda con el pecho despeinado.

Fulana honoris causa en revolcones.
My darling de la cama del de al lado.
Desvelo de mis noches sin pasiones.


Tres cortos de Oposiciones a desencuentro, el primer libro de poemas de José Mª García Linares (Melilla, 1977), publicado en Dauro (Granada), en 2007.

08 septiembre 2008

Vila-Matas. París no se acaba nunca (Fragmento)

"No había modo de encontrarme con alguien conocido en los cafés y un sentimiento de gran infelicidad se apoderaba de mí todos los domingos, me los pasaba esperando a que el día siguiente volviera a ser lunes y todo recuperara cierta normalidad. Muchos domingos por la tarde, bajaba a la librería de los sótanos del drugstore de Saint Germain y miraba libros. Algunas veces, como si tuviera que justificar el largo rato que me pasaba allí haciendo tiempo, acababa comprando un libro de bolsillo que me destrozaba el presupuesto semanal. Me aburría y lo sabía, miraba diez, veinte veces los mismos libros.
La vida es corta, y aún así nos aburrimos, decía Jules Renard.
Algunos domingos tenía yo la impresión de que estaba allí haciendo horas para poder regresar a Barcelona y contar que vivía en París. "


Enrique Vila-Matas
París no se acaba nunca. Anagrama (2003)

30 agosto 2008

Nuevo libro de Lara Moreno en Tropo


La mujer


Tú venías con la cara manchada de ojos y tonterías. Yo te recibí inmersa en tus huecos oculares, decididamente abocada a terminar contando de forma estúpida la totalidad de tus pestañas. Todo eso en una tarde de finales de agosto. El mes de julio yo lo había ocupado en deshacer ciertas nostalgias inventándome otras, y tú en desempapelar tu vida de forma involuntaria. En tus ademanes siempre pareció que lo hacías todo sin querer, como resignado a los movimientos de la vida, al asfixiante nudo al que todos estamos atados. Te conocía desde hacía tiempo, eso ya lo sabes. Pero nunca te vi desde tan cerca. Dabas vértigo, a pesar de que yo estaba pausada, coartada, amarrada a varias pasiones no traumáticas que me habían desterrado del anonimato que da el desamor: ese dolor tan vulgar. Alguna que otra casualidad (el robo en Noruega de un cuadro de Munch a manos de un ladrón armado) nos unió de forma no duradera, pero esporádicamente eterna. Por aquellos tiempos yo solía recibir proposiciones indecentes y bailaba descalza entre los dos altavoces de mi equipo de sonido, en una atalaya improvisada. El mundo rodaba encima de nuestras cabezas de forma criminal, pero nos empeñábamos en morder sólo el lado bueno de la sandía. El rojo, siempre el rojo. En eso llegaste tú, ya te digo. Yo guardé mis armas de fuego y te llevé al mar. Tú te dejaste hacer, porque en el fondo lo hacías todo. Me encrucijabas. Tu improvisación en mi vida fue como algo cuidadosamente escrito desde los tiempos del látigo y la ruina, como la sorpresa que uno espera y teje, y teje, y traga. Y llega. De todos modos sabes que ésta no es mi historia, sino la tuya. Yo sólo presté la piel y otras cosas más importantes.

Te llevé al mar; pero antes estuvimos horas detenidos, como si estuviéramos solos, con esa forma de estar de los hermanos, de los espejos enfrentados, haciendo de los minutos una partida ganada, mirándonos de vez en cuando, tocándonos casi siempre, convirtiéndolo todo en sexo: la clavícula mojada, el bandoneón de la canción número quince, las gafas, los cojines del sofá, las baldosas calientes del suelo del tercer piso, letras de Neruda, los anillos de nuestros dedos, la criptografía de nuestros cuerpos.
Orgasmos, al fin y al cabo, que nos dieron un poco de vida, aunque nos supieran a muerte (por eso quizá lloré, no te asustes: también sé llorar de placer). Estuvimos horas detenidos, electrocutados, siendo sólo lo que éramos. Ni más ni menos de lo que éramos. Haciéndonos caso.
Luego te llevé al mar.
Supe que tenías sed. Pero supe, también, que tu boca es un barco inmóvil que no se sacia nunca. Tú del mar no sabías nada. El mar de mí lo sabe casi todo. Te dejé en la orilla y me senté a observar sobre una duna que nunca cambió de sitio; no quise despedirme otra vez. Sabía que volveríamos a vernos.

Extracto del libro Cuatro veces fuego de Lara Moreno, que publicará Tropos en septiembre

21 agosto 2008

La belleza incomunicable

Una noche tuve una revelación. Desplomada en el sofá estaba leyendo un cuento de Colette titulado "la cera verde". Aquella historia no venía a contar nada concreto: una joven muchacha lacraba unas cartas. Sin embargo, aquel relato me cautivaba sin que pudiera explicarme por qué. A la vuelta de una frase que no aportaba demasiadas informaciones suplementarias, se produjo un fenómeno increíble: un influjo recorrió mi columna vertebral, mi piel se estremeció, y pese a la temperatura ambiental de treinta y ocho grados, se me puso la carne de gallina.

Estupefacta, releí el fragmento que había producido aquella reacción, intentando descubrir su origen. Pero allí solo se hablaba de cera en fusión, de su textura, de su olor: o sea de nada. ¿Entonces por qué aquella emoción espectacular?

Acabé por averiguarlo. Aquella frase era hermosa: lo que había ocurrido era la belleza.

Por supuesto que me acordaba de los discursos de los profesores: "Analizad el estilo de este escritor", "Este poema está muy bien escrito, por ejemplo la vocal tal aparece cuatro veces en el verso", etc. Semejantes disecciones resultan tan pesadas como un enamorado detallando a un tercero los encantos de su bienamada. No es que la belleza literaria no exista: solo es que es una experiencia tan incomunicable como los encantos de la Dulcinea para quien no es sensible a los mismos. Hay que apasionarse uno mismo o resignarse a no entender nunca nada.

Para mí, aquel descubrimiento equivalía a una revolución copernicana. La lectura constituía, junto con el alcohol, la parte esencial de mis días: en adelante, sería la búsqueda de esa insoluble belleza.

Amélie Nothomb, Biografía del hambre, traducido para Anagrama por Sergi Pàmies

05 agosto 2008

Ejercicio de Mendicidad

Nos ponemos ropa sucia y desgarrada, nos quitamos los zapatos, nos ensuciamos la cara y las manos. Vamos a la calle. Nos quedamos quietos y esperamos.
Cuando pasa algún oficial extranjero ante nosotros, levantamos el brazo derecho para saludar y tendemos la mano izquierda. A menudo, el oficial pasa sin detenerse, sin vernos, sin mirarnos.
Al final uno de los oficiales se para. Dice algo en un idioma que no entendemos. Nos hace preguntas. No le respondemos, nos quedamos inmóviles, con un brazo levantado y el otro tendido hacia delante. Entonces se resbusca en los bolsillos, pone una moneda y un trozo de chocolate en nuestras palmas sucias y se va, meneando la cabeza.
Continuamos esperando.
Pasa una mujer. Tendemos la mano. Ella dice:
-Pobres pequeños. No tengo nada que daros.
Nos acaricia el pelo.
Nosotros decimos:
-Gracias.
Otra mujer nos da dos manzanas, otra unas galletas.
Pasa una mujer. Tendemos la mano, ella se detiene y dice:
-¿No os da vergüenza mendigar? Venid a mi casa, tengo trabajos fáciles para vosotros. Cortar la leña, por ejemplo, o restregar la azotea. Sois bastante mayores y fuertes para eso. Después, si trabajáis bien, os daré sopa y pan.
Nosotros contestamos:
-No queremos trabajar para usted, señora. No nos apetece comer su sopa ni su pan. No tenemos hambre.
Ella pregunta:
-¿Y entonces por qué mendigáis?
-Para saber qué se siente y para observar la reacción de las personas.
Ella grita, al irse:
-Golfillos asquerosos! Qué impertinentes!

Al volver a casa, tiramos en la hierba alta que bordea la carretera las manzanas, las galletas, el chocolate y las monedas.
La caricia en el pelo es imposible tirarla


Agota Kristof nació en Csikvand, Hungría 1935
Este capítulo pertenece a El gran cuaderno 1987

04 agosto 2008

Cuando Florentino Ariza la vio por primera vez, su madre lo había descubierto antes de que él se lo contara, porque perdió el habla y el apetito y se pasaba las noches en claro dando vueltas a la cama. Pero cuando empezó a esperar la respuesta a su primera carta, la ansiedad se le complicó con cagantinas y vómitos verdes, perdió el sentido de la orientación y sufría desmayos repentinos, y su madre se aterrorizó porque su estado no se parecía a los desórdenes del amor sino a los estragos del cólera. El padrino de Florentino Ariza, un anciano homeópata que había sido el confidente de Tránsito Ariza desde sus tiempos de amante escondida, se alarmó también a primera vista con el estado del enfermo, porque tenía el pulso tenue, la respiración arenosa y los sudores pálidos de los moribundos. Pero el examen le reveló que no tenía fiebre, ni dolor en ninguna parte, y lo único concreto que sentía era una necesidad urgente de morir. Le bastó con un interrogatorio insidioso, primero a él y después a la madre, para comprobar una vez más que los síntomas del amor son los mismos del cólera. Prescribió infusiones de tilo para entretener los nervios y sugirió un cambio de aires para buscar el consuelo en la distancia, pero lo que anhelaba Florentino Ariza era todo lo contrario: gozar de su martirio.


El amor en los tiempos del cólera (1985)

Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia, 1928)

25 julio 2008

A los chicos del Bremen, incluso a los más escépticos

No creíamos en el arte. Pero creíamos en la eficacia de la palabra, en el poder del signo. El poema o el cuadro eran exorcismos, conjuros contra el desierto, conjuros contra el ruido, la nada, el bostezo, el claxon, la bomba. Escribir era defenderse, defender a la vida. La poesía era un acto legítimo de defensa. Escribir: arrancar chispas a la piedra, provocar la lluvia, ahuyentar a los fantasmas del miedo, el poder y la mentira. Había trampas en todas las esquinas. La trampa del éxito, la del "arte comprometido", la de la falsa pureza. El grito, la prédica, el silencio: tres deserciones. Contra las tres, el canto.
En aquellos días todos cantamos.


Octavio Paz (1914-1998)
Fragmento del prólogo que escribió para el libro Ese puerto existe, de Blanca Varela.

12 julio 2008

El canto y la ceniza

EN VEZ DE PRÓLOGO

Diecisiete meses pasé haciendo cola a las puertas de la cárcel, en Leningrado, en los terribles años del terror de Yezhov. Un día alguien me reconoció. Detrás de mí, una mujer –los labios morados de frío- que nunca había oído mi nombre, salió del acorchamiento en que todos estábamos y me preguntó al oído (allí se hablaba sólo en susurros):
-¿Y usted puede dar cuenta de esto?
Yo le dije:
-Puedo.
Y entonces algo como una sonrisa asomó a lo que había sido su rostro.



Leningrado, 1 de Abril de 1957


Réquiem, Anna Ajmátova (Rusia, 1889-1966)


Así empieza la antología poética que reúne a Anna Ajmátova y Marina Tsvetái, una con Requiem y Poema sin héroe y otra con Poema del fin. Las dos poetas hablan de un dolor mudo de Rusia bajo el régimen stalinista. Un lamento a dos voces que resistió al exilio y al silencio más de 30 años para convertirse en memoria de su pueblo.


Las dos poetas fueron vejadas, calumniadas y maltratadas por el comunismo. Ajmátova lo soportó y, tras la muerte de Stalin, en 1953, fue rehabilitada, como otras miles de personas que habían sido perseguidas y encarceladas por motivos políticos. Fue incluso agasajada con premios y honores, especialmente en el extranjero; por ejemplo, en Oxford, en 1965, recibió el doctorado honoris causa, y volvió a encontrarse, después de veinte años, con su amigo Isaiah Berlin, ya convertido en uno los más grandes pensadores liberales de nuestra época.

Su obra, sin embargo, seguía estando oculta para millones de rusos. Nadie olvide que su grandioso Requiem no pudo ser publicado en Rusia hasta 1989, o sea, casi hasta la caída del Muro de Berlín. Resistió y algo ganó, quizá silencio y soledad; pero los verdaderos ganadores fuimos sus lectores, porque alcanzó a mostrarnos que también el sueño es tan poderoso como la primavera.

Imposible domesticar a la mítica Ajmátova. Poeta hasta el final. Poeta poderosa, porque pudo contar ética y estéticamente la terrible miseria material y moral que produjo el comunismo en el pueblo ruso. No quiso ampararse en "ningún cielo extranjero" para poder contar ese sufrimiento.

Marina Tsvetáieva, sin embargo, no pudo aguantar tanta miseria. Fusilaron a su marido, y su hija mayor fue enviada a un campo de concentración. Ella y su hijo fueron deportados, en 1941, a un lejanísimo pueblo tártaro. No lo soportó. Su gesto no podía ser más humano. Se suicidó.

El encuentro con su admirada Ajmátova queda muy bien reflejado en este libro. El 'Poema del fin', su principal obra, es un regalo de dioses, la más profunda confesión poética que yo conozco sobre el amor y el desamor en el siglo XX. Dos versos son la prueba:

Sin desmesura verbal,
el amor es sutura.


Poemario de amor. Poemario de muerte. Poemario civil. Poesía en su grado mínimo de abstracción. Poesía para sobrevivir con dignidad. Lean.

Yo estoy disfrutando. Y tanto.

10 julio 2008

[De la primera parte, Nadie se va a reír]


El hombre atraviesa el presente con los ojos vendados. Sólo puede intuir y adivinar lo que de verdad está viviendo. Y después, cuando le quitan la venda de los ojos, puede mirar al pasado y comprobar qué es lo que ha vivido y cuál era su sentido.

Aquella noche pensé que estaba brindando por mis éxitos, sin tener la menor sospecha de que estaba celebrando la inauguración de mis fracasos.


Milan Kundera
El libro de los amores ridículos (1968)

(Traducción de Fernando de Valenzuela)

28 junio 2008

Brodsky habla de sí mismo


«Posteriormente, a menudo lamenté la decisión [abandonar los estudios con 15 años para empezar una vida de obrero], sobre todo cuando vi que mis antiguos compañeros se situaban tan bien dentro del sistema. Sin embargo, yo sabía algo que ellos desconocían. En realidad, también yo me había situado bien, aunque en dirección opuesta, a lo largo de la cual había recorrido un tramo más largo. Una cosa de la que estoy especialmente complacido es de que logré atrapar a la «clase trabajadora» en su estadio auténticamente proletario, antes de que iniciara su conversión a la clase media a finales de los años cincuenta. Era un verdadero «proletariat» aquel que yo conocí en la fábrica donde, a los quince años, comencé a trabajar de fresador. Marx lo habría reconocido al instante. Ellos —o, mejor dicho, «nosotros»— vivían en apartamentos comunitarios, cuatro o más personas en una misma habitación, a menudo pertenecientes a tres generaciones distintas, durmiendo por turnos, bebiendo como tiburones, armando camorra entre ellos o con los vecinos en la cocina comunitaria, o en la cola matinal delante del retrete igualmente comunitario, pegando a sus mujeres con agónica determinación, llorando sin recato cuando Stalin cayó muerto, o en el cine, y jurando con tanta frecuencia que hasta una palabra normal como «aeroplano» le sonaba a un viandante casual como algo elaboradamente obsceno..., transformándose en un océano gris e indiferente de cabezas o en un bosque de manos alzadas en las asambleas públicas en favor de este o aquel Egipto.»

Joseph Brodsky, Menos que uno. Círculo de lectores; traducción de RoserVerdagué Costa.

19 junio 2008

Lucky se pone a pensar

Dada la existencia tal como demuestran los recientes trabajos públicos de Poinçon y Wattmann de un Dios personal cuacuacuacuacuacua de barba blanca cuacua fuera del tiempo del espacio que desde lo alto de su divina apatía su divina atambía su divina afasía nos ama mucho con algunas excepciones no se sabe por qué pero eso llegará y sufre tanto como la divina Miranda con aquellos que son no se sabe por qué pero se tiene tiempo en el tormento de los fuegos cuyos fuegos las llamas a poco que duren todavía un poco y quien puede dudar incendiarán al fin las vigas a saber llevarán el infierno a las nubes tan azules por momentos aún hoy y tranquilas tan tranquilas con una tranquilidad que no por ser intermitente es menos bienvenida pero no anticipemos y considerando por otra parte que como consecuencia de las investigaciones inacabadas no anticipemos las búsquedas inacabadas pero sin embargo coronadas por la Acacacacademia de Antropopopopometría de Berna en Bresse de Testu y Conard se ha establecido otra posibilidad de error que la referente a los cálculos humanos que como consecuencia de las investigaciones inacabadas de Testu y Conard ha quedado establecido tablecido tablecido lo que sigue que sigue que sigue a saber pero no anticipemos no se sabe por qué como consecuencia de los trabajos de Poinçon y Wattmann resulta tan claro tan claro que…


Esperando a Godot, de Samuel Beckett, traducido por Ana María Moix, Tusquets 2005

10 junio 2008

Razones para la lectura


Para ser inteligente, para creerse inteligente, para sentirse inteligente. Para no estar solo, para estar solo, porque más que solo vale estar mal acompañado aunque mucho se diga que no hay libro malo. Porque hace frío ahí fuera, porque llueve sobre el corazón y gusta ver la tinta sobre los campos de nieve. Para ser entre la gente. Para fumar sin sentirse culpable, para dejar de fumar y las manos no se escapen en busca del aire de nadie.

Para tener un libro de bolsillo en el bolsillo y ocuparse de un mientras, un ya veremos y de un entretanto. Por vista, gusto, tacto, olfato y oído y para saber qué alumbra lo que tanto nos gusta. Por ego y por apego. Para esconderse, para mostrarse, para vestirte, para desnudarte. Porque sí, por si, porque no, para no. Para ser feliz, por no ser feliz, por infeliz. Para andar el camino, para encontrar el camino, para olvidar el camino, para construir un camino, para hacer un alto en el camino. Para no perder el tren.

Por sed, por hambre, por tierra, mar y aire. Para mirarse en el espejo, por reflejo incondicionado, para conocer quién nos habla desde el otro lado del espejo. Por ti, por mí y por ella. Porque queremos ver y que nos vean y sin embargo qué morbo da la “cita a ciegas” (el autor pone la alcoba, el editor la casa, el narrador es el que la luz apaga).

Para ver el humo que avisa donde está el fuego. Porque estar cansado tiene plumas, la avaricia comienza en el dar y porque sólo entonces soy como te quiero. Para tener la libertad que no tiene el solitario. Para pedirte perdón por el daño que me hiciste, echar sal en mis heridas e intentar saber cómo me llamo. Porque puedes estar en misa y repicando, nadar y guardar la ropa, ser Caín y el guardián de tu hermano. Porque si no se las lleva el viento, arden las palabras. Por pie quebrado y tan callado. Para conocer la voz de mi amo y para ver si de una vez alcanzo el silencio. Para ser el enfermo y el psiquiatra. Porque yo no soy como te amo.

Porque el poema es una copa de vino, y se fue, y el mañana no ha llegado. Por punto de partida y de hoja en hoja y leo porque me toca. Porque hay vida más allá del punto y aparte y es sano andar a pie de página. Porque si pierdo la memoria qué pereza. Para ni ser ciego en Granada ni nos obliguen a elegir entre la pena y la nada. Para jugar con fuego y no salir quemado. Porque la letra con letra entra, y sale y vuelve a entrar como beso que no quiere que te calles.
Porque entre todos los libros que he leído nunca he leído aquel entre cuyas letras desfallecieron de amor Paolo y Francesca. Para tirar la mano, esconder la piedra y mojar el pan en sangre ajena. Para que me llames y me ames. Para acabar con la propiedad privada de mis palabras. Porque si echas cuentas te sale a cuento y hasta te sobran dos quijotes y medio sancho. Y por los libros de los libros, mal o bien, pero amén.


Constantino Bértolo. Editor. Director de Caballo de Troya.
Artículo publicado en Público, el 29 de mayo de 2008.

28 mayo 2008

Una primavera para Domenico Guarini

Ronca despierto un monstruo en la insondable opacidad, uncido al carro para labrar una vez más el surco donde antes sólo jugaban con el barro las sanguijuelas. Golpea un puño, avanza un brazo cómplice antiguo de otros brazos que arrancaron a golpes de azadón y apuntalaron la cavidad inmensa con hierro y cemento. Trepanaciones eléctricas sobre el cráneo abierto de la naturaleza. Brillos de carbuncio. Hurgan los bisturíes, taladran las barrenas, penetran las carcomas: cenizas y rescoldos, escorias de calavera.

Y mientras tanto tú, como el tren en el que viajas, te sientes envuelta por las tinieblas, mecida por un tumulto de trepidaciones, engullida por la oscuridad, quién sabe si devuelta a las oscuras aguas que -cuando no eras ni niña ni pez- acunaron la progresiva transformación de un feto. Y te das cuenta de que tu matriz es ahora el pozo de turbios humores donde una ligera vibración ha levantado la onda cuyo círculo, lentamente dilatado, provocará un temblor ligerísimo en cada molécula, en cada célula, y pondrá en movimiento delicados mecanismos, intrincadas estructuras proteicas que habrán de precipitarse y tejerse y entrelazarse laberínticamente hasta entregar un pálpito, una pulsión, un aliento.

.


Una primavera para Doménico Guarini, 1980
Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948)

27 mayo 2008

¿Son los niños los mejores críticos literarios?

Los niños son los mejores lectores de auténtica literatura. Los mayores se encandilan con los grandes nombres, las citas exageradas o la gran presión de la publicidad. Los críticos, que están más preocupados por la sociología que por la literatura, han convencido a millones de personas de que si una novela no intenta desencadenar una revolución social no tiene valor. Cientos de profesores, que escriben comentarios sobre escritores, tratan de inculcar a sus alumnos que únicamente aquellos autores que necesitan comentarios rebuscados e innumerables notas a pie de página son los auténticos genios creadores de nuestro tiempo.

Pero los niños no sucumben ante opiniones de este tipo. Todavía les gusta la claridad, la lógica y hasta aspectos tan obsoletos como la puntuación. Más aún, el joven lector pide una historia real, con un principio, un desarrollo y un final, siguiendo el estilo de las narraciones que se han venido contando a lo largo de miles de años.

[...] Desde que comencé a escribir para niños, he conversado con muchos de ellos, les he leído cuentos (aunque mi pronunciación esté lejos de ser perfecta) y respondido a cientos de preguntas. Siempre me sorprende que, llegado el momento de hacer preguntas, los niños tienen la misma curiosidad que los adultos: ¿De dónde saca la idea de un libro? ¿Es inventado o de la vida real? ¿Cuánto tarda en escribir un libro? ¿Utiliza los cuentos que le contaron su madre y su padre?

Por muy pequeños que sean, los niños se sienten profundamente preocupados por las llamadas preguntas eternas: ¿Quién creó el mundo? ¿Quién hizo la tierra, el cielo, las personas, los animales? Los niños no pueden imaginarse ni el comienzo ni el fin del tiempo y del espacio. De niño hacía las mismas preguntas que más tarde encontré analizadas en las obras de Platón, Aristóteles, Spinoza, Leibniz, Hume, Kant y Schopenhauer. Los niños piensan y reflexionan sobre temas como la justicia, el sentido de la vida, la razón del sufrimiento. A menudo encuentran difícil estar en paz con la idea de que se sacrifiquen animales para que el hombre se los coma. La muerte los asombra y asusta. No pueden aceptar el hecho de que los fuertes se impongan a los débiles. [...]


Isaac Bashevis Singer
(Radzymin, Polonia; 1904 - Miami, EE.UU.; 1991)

Extraído del texto ¿Son los niños los mejores críticos literarios?, en Cuentos Judíos.

(Traducción de Andrea Morales)

12 mayo 2008

Antoni Casas Ros, El teorema de Almodóvar

Mi vida está en suspensión y, cuando me paro a pensarlo, tanto me dar tener una cara nueva que vivir en una cabaña a orillas del océano. Lo único que me produce un escalofrío continuo es la escritura. El sexo es poderoso, aporta la invasión, el olvido, las sensaciones extremas, el silencio por fin recobrado. Creo que no podría prescindir de él. Lisa se acerca, se dirige al borde de la terraza; con expresión soñadora, vuelve hacia mí.
-Bueno, ¿qué dice?
-Su grandeza es su silencio.
-Me voy a casa, me tocas las pelotas.
He dejado que Lisa se marche sin decir una palabra. Tiene razón, soy insoportable. Me ofrece su vida y yo soy pura duda. Aunque ni siquiera sé si he llegado a ese punnto. No, creo que todavía no he llegado al punto de dudar. Me hallo en otra fase, una esfera paralela en la que resulta difícil encontrarme. La propia Lisa sólo puede hacer incursiones en ese territorio sin forma que es el mí.
La mente se habitúa a la forma, hasta el punto de que ni siquiera es capaz de imaginar el vacío. Mi mente se siente a sus anchas en el vacío. Ahí es donde se relaja, donde se abandona, donde goza de los sin forma. Así que ¿para qué entrar en el juego? ¿Qué necesidad hay de los demás? Si puedo escribir mi vida, ¿no es ése un principio único? No estoy acostumbrado a recibir a gente. Es lo que me gusta de mi madre, que sabe que no necesita estar presente físicamente. Tres encuentros al año me son más que suficientes. Esos reencuentros son los que nos unen.

El teorema de Almodóvar (título original Le théorème d'Almodóvar), Antoni Casas Ros, ed. Seix Barral, 2008.

10 mayo 2008

Carta a D. (Historia de un amor)


[...]

Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, no pesas más de cuarenta y cinco kilos, y todavía guardas la gracia deseable de la hermosura. Hace cincuenta y ocho años que vivimos juntos y te amo más que nunca. Hace poco he vuelto a enamorarme de ti y llevo en mi seno, de nuevo, un vacío devorador que sólo colma tu cuerpo apretado contra el mío. Por las noches veo a veces la silueta de un hombre sobre una carretera vacía que atraviesa un paisaje desierto. El hombre camina tras un coche fúnebre, y el coche fúnebre te lleva a ti. No quiero asistir a tu incineración, no quiero que me envíen un bocal con tus cenizas. Oigo la voz de Kathleen Ferrier que canta «Die welt ist leer, Ich will nicht leben mehr», y me despierto. Acecho tu aliento, mi mano te roza. A los dos nos gustaría no tener que sobrevivir al otro. Y nos dijimos que si, por imposible que parezca, tenemos una segunda vida, querremos vivirla juntos.

Carta a D. (Historia de un amor), de André Gorz (Viena, 1923 - Vosnon, cerca de Troyes, Francia, 2007)
[Mi traducción]

(En la foto, André y Dorine, en 1947)

29 abril 2008

Yo solo corrijo

(...)
Conocí a Alfredo hace años en la Universidad de Windsor, Canadá, casi bajo la nieve que nos mantuvo encerrados cinco días durante un coloquio de escritores hispanoamericanos al que asistieron como figuras principales Manuel Puig, Salvador Elizondo, Ernesto Mejía Sánchez, Vicente Leñero. Ahí Alfredo, con su ingenio habitual, le contó a un público sumamente atento cómo escribía (casi sin corregir), mientras yo deseaba que alargara lo más posible su intervención porque el siguiente era mi turno. Cuando éste llegó, a mí, paralizado por el miedo, no se me ocurrió otra cosa que decir: «Yo no escribo; yo sólo corrijo», lo que al público, no sé por qué, le pareció gracioso y comenzó a reírse y a aplaudir, y a mí me dio la impresión de que los estudiantes y los maestros tomaban la cosa como que yo estaba diciendo que mi forma de escribir era mejor que la de Bryce y ya no pude decir nada más, ni mucho menos ponerme a dar explicaciones; pero Alfredo, que aparte de un gran escritor es un hombre de mundo, lo tomó con humor y después en el pasillo nos confesamos riéndonos que ambos habíamos dicho lo que habíamos dicho nada más por miedo escénico. Desde entonces Alfredo y yo somos muy amigos y con frecuencia nos vemos ante una copa en México o en alguna otra parte, pero sobre todo aquí en Francia.

Fragmento de "Yo solo Corrijo" En: La letra E. Fragmentos de un diario
Augusto Monterroso

24 abril 2008

Carta de Gelman a la nieta o nieto, cuando solo sabe que existe

Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.

Los sueños de Marcelo y Claudia no se han cumplido todavía. Menos vos, que naciste y estás quién sabe dónde ni con quién. Tal vez tengas los ojos verdegrises de mi hijo o los ojos color castaño de su mujer, que poseían un brillo muy especial y tierno y pícaro. Quién sabe cómo serás si sos varón. Quién sabe cómo serás si sos mujer. A lo mejor podés salir de ese misterio para entrar en otro: el del encuentro con un abuelo que te espera.

Fragmento de Carta abierta a mi nieta o nieto, Juan Gelman. Premio Cervantes, nació y sigue muy vivo

21 abril 2008

Levas-me inteiro
Mais longe dos tecidos
Algures a germinar
Um ovo
Em estado de promessa.

Choro, talvez
Chore ainda mais ainda mais talvez

Lavas-me, escorro
De ti para as ruas ainda mais de ti

Seria simples imaginar
Uma das tuas maõs
Com os ossos da minha.
A outra, a carne.

Mas eu não gosto de coisas simples.



Me llevas entero
Más allá de los tejidos
Germina en alguna parte
Un huevo
En estado de promesa.

Lloro, tal vez
Llore aún más aún mas tal vez

Me lavas, chorreo
Desde ti hacia las calles aún más de ti

Sería sencillo imaginar
Una de tus manos
Con los huesos de la mía.
En la otra, la carne.

Pero no me gustan las cosas sencillas.


Manuel Cintra
(Lisboa, 1956).

Poema perteneciente a Carne dos dias, primera parte del libro Do lado de dentro (1981).

La traducción es mía (perdonad por el atrevimiento).

14 abril 2008

El mero hecho de masticar y tragar algo, aunque no alimente el cuerpo, nutre los sueños. Y los sueños de comida son como cualquier otro sueño: puedes vivir de ellos, mientras no te mueras.

Sam Savage: Firmin. Traducción Ramón Buenaventura. Círculo de Lectores.

06 abril 2008

- ¿Y el final, Bufón de los Dioses? ¿Cuál será el final? - preguntó Ganesha.

- El final será como fue el principio, ¡perezoso hijo de Siva! La llama morirá en los altares y la oración en la lengua hasta que os volváis a convertir en dioses pequeños, dioses de la selva, nombres que los cazadores de ratas y los tramperos de perros susurran en la espesura y en las cuevas: dioses harapientos, diosecillos del árbol y la aldea, como fuisteis al principio. Ése es el final, Ganesha, para ti y para Bhairon... Bhairon el de las Gentes Comunes.

- Eso está muy lejos - contestó Bhairon con un gruñido -. Además es una mentira.

- Muchas mujeres han besado a Krisna. Le cuentan esto para sentir ellas alegre el corazón cuando llegan los cabellos grises, y él nos ha transmitido el relato - intervino el toro con voz baja.

- Sus dioses vinieron y nosotros los cambiamos. Yo tomé a la mujer y le di los doce brazos. Igualmente cambiaremos todos sus dioses - dijo Hanuman.

- ¡Sus dioses! No se trata de sus dioses, uno o tres, hombre o mujer. Lo que importa es la gente. Ellos se mueven, no los dioses de los constructores del puente - dijo Krisna.

- Así sea. He hecho que un hombre venerara el carruaje de fuego cuando estaba todavía quieto respirando humo, y no sabía que me estaba venerando a mí - intervino Hanuman el mono -. Ellos sólo cambiarán un poco los nombres de sus dioses. Yo conduciré a los constructores de puentes como en la antigüedad; Siva será venerado en las escuelas por los que dudan y desprecian a sus semejantes; Ganesha tendrá a sus mahajun, y Bhairon a los conductores de burros, los peregrinos y los vendedores de juguetes. Amado, no harán otra cosa que cambiar los nombres, y eso ya lo hemos visto mil veces.

- Seguramente que no harán más que cambiar los nombres - repitió Ganesha, pero entre los dioses se produjo un movimiento de inquietud.

- Cambiarán algo más que los nombres. A mí es al único que no podrán matar mientras las doncellas y los hombres se unan o la primavera siga a las lluvias del invierno. Seres Celestiales, no por nada he caminado sobre la tierra. Mis gentes no saben ahora lo que son; pero yo, que vivo con ellos, leo en sus corazones. Grandes Reyes, el principio del final ya ha nacido. Los carruajes de fuego gritan los nombres de dioses nuevos que no son los antiguos con nombres nuevos. ¡Bebed y comed ahora a lo grande! ¡Bañad vuestros rostros en el humo de los altares antes de que se enfríen! Seres Celestiales, recibid los cumplidos y escuchad los címbalos y los tambores mientras todavía haya flores y canciones. Tal como los hombres cuentan el tiempo, el final está lejos; pero tal como lo contamos nosotros, ya es hoy. He hablado.


Krisna dirigiéndose a los dioses en Los constructores del puente, de Rudyard Kipling (Bombay 1865 - Londres 1936)
[Traducción de Rafael Lassaletta]

12 marzo 2008

Cuando la casa está terminada

- Es un desierto en el que se pierde hasta el guía y donde el amigo no piensa en su amigo. Pero yo prefiero reventar aquí que en una cama. ¡Eh!, ¿me oyes?
- Sí.
- Una vez, andando por la frontera, debajo de Witney, me paré en una iglesia holandesa. No te rías, necesitaba confesarme, sí, sentí esa necesidad. Entré en la capilla. Estaba vacía. El confesionario, vacío. Imposible saber dónde estaba el padre. Al final lo encontré en una especie de habitación pequeña, agonizando. No podía pedirle que me confesara, el viejo estaba a las puertas del paraíso. Intentaba decirme algo. Abría y cerraba la boca, así, como un pez. Después se murió.
- ¿Sí?
- Entonces lo enterré en el cementerio. Después me confesé solo, en el confesionario vacío.
- ¿Sí?
- Creo que deseaba pedir consejo, deseaba que alguien me dijera: "Deja de correr por las praderas, búscate una tierra, instálate allí y construye tu casa".
-¿Sí?
- No. Creo que esa iglesia, el confesionario vacío y el padre que la espichó entre mis dedos eran un aviso. Lo he dicho siempre y, créeme, es verdad, cuando la casa está terminada, entra la muerte.

Charlie Galibert, Sistac
[Traducción de Rebeca Le Rumeur]

28 febrero 2008

Es un día claro y frío de diciembre. Nevó durante toda la noche. Esta mañana, mi hija de diez años y yo nos levantamos temprano; estamos en su cuarto mirando la nieve por la ventana y conversando tranquilamente. Ella aún tiene puesto su pijama de franela; abraza a nuestro gato de angora y se inclina en el alféizar de la ventana. Yo sostengo una taza de café. "¿Crees que existan seres vivientes en otros planetas?", me pregunta. "Probablemente", respondo.
Del otro lado de la ventana el aire brilla gracias a dos luces: una viene del sol que está en lo alto, y la otra del sol aquí abajo, reflejado en la nieve. Mucho más arriba, el aire adquiere lentamente una tonalidad azul brillante, que se eleva cada vez más hasta donde alcanza la vista. Estamos en una competencia de quién ve más.
"El espacio es extraño", dice mi hija. "Es absolutamente imposible imaginar algo que continúa siempre. Y si no continúa siempre, ¿qué hay fuera de él?". Yo inclino la cabeza en señal de aprobación, y bajamos las escaleras en puntillas para tomar nuestro desayuno y prepararnos para el día que comienza.
Alan Lightman (Memphis, 1948), Luz antigua. Nuestra cambiante visión del universo, Harvard University Press, 1991.

21 febrero 2008

Primer poema de una niña de 10 años

L'amistat és una cosa preciosa
però de vegades es trenca
Com una flor que cau a terra
I un dels pètals cau al riu.
Recorre el món fins que algú l'agafa
I aquella persona no ho sap
però ha trobat una amistat.
L'amistat és una cosa genial,
però que pot caure molt avall,
Com una gota d'aigua,
sola i sense amics.
L'amistat és important,
I sense ella la vida res val,
Si no estimes,
No t'estimaràn,
Si no intentes fer amics,
No en tindràs,
L'amistat és molt important.

(La amistad es una cosa preciosa pero a veces se rompe, como una flor que cae al suelo y uno de los pétalos cae al río. Recorre el mundo hasta que alguien lo coge, y aquella persona no lo sabe, pero ha encontrado una amistad. La amistad es una cosa genial, pero que puede caer muy abajo, Como una gota de agua, sola y sin amigos. La amistad es importante, y sin ella la vida nada vale. Si no quieres, no te querrán. Si no intentas hacer amigos, no los tendrás. La amistad es muy importante.)

Lola, Sobrina de Flavia Company, nacida en 1998

17 febrero 2008

La práctica del arte

Desde los motivos apremiantes y vitales del artista, no es extraño que el formalismo tecnificado de algunas estéticas actuales parezca hoy un servidor de los esquemas comercializados que todo lo dominan y que ya no tenga otra finalidad que la de fijar la “cotización” de las obras según algunos “signos externos”. ¿Qué es lo que le da valor a una obra de arte? Los partidarios de la “cotización” responden dándonos las típicas listas de ingredientes o leyes formales que, según ellos, ha de tener la “Belleza”, y en cambios nos dicen poco o nada de su función. Ingredientes y leyes que, por otra parte, no son más que generalizaciones de los hallazgos de los artistas del pasado, que, si bien fueron revolucionarios en su momento, ya no son ninguna garantía de calidad. A causa de ellas, la estética se convierte en esteticismo y el arte vivo en academicismo.
El artista tampoco siente ninguna devoción especial por las teorías, ya denunciadas por los dadaístas, que se contentan con el deseo de operar aún más “científicamente”, con catalogar las propiedades retinianas que, según dicen, tienen en sí mismos ciertos colores, líneas, formas o estructuras. Sabe que, en nuestras emociones estéticas, intervienen, tanto o más que estos elementos, factores conceptuales o simbólicos, que aparecen por contraste o por asociación de ideas en los registros de la memoria o del inconsciente, y que nunca serán, pues, codificables del todo porque están en constante transformación en cada momento circunstancial e histórico vivido por los autores y por los contempladores. El artista no entenderá nunca la enseñanza de unas formas fijadas “científicamente”, como si se tratara de aprender el código de la circulación o las fórmulas para bailar por correspondencia. Esto le parecerá siempre una manera deshumanizada de ver el arte, afectada por una falta de confianza y por una frialdad terribles; y en definitiva no tiene nada que ver con la forma de actuar del artista y del auténtico contemplador.

Antoni Tapies, La práctica del arte; Ariel, 1970

09 febrero 2008

Ternera acosada por tábanos

podría describirla
¿tenía nariz ojo boca oídos?
¿tenía pies cabeza?
¿tenía extremidades?

sólo recuerdo al animal más tierno
llevando a cuestas
como otra piel
aquel halo de sucia luz

voraces aladas
sedientas bestezuelas
infamantes ángeles zumbadores
la perseguían

era la tierra ajena y la carne de nadie

tras la legaña
me deslumbró el milagro mortecino
la víspera el instinto la mirada
el sol no nato

¿era una niña un animal una idea?

ah señor
qué horrible dolor en los ojos
qué agua amarga en la boca
de aquel intolerable mediodía
en que más rápida más lenta
más antigua y oscura que la muerte
a mi lado
coronada de moscas
pasó la vida


De Ejercicios materiales (1993)
Blanca Varela (Lima, 1926)

04 febrero 2008

Y Ángel González dejó un regalo

Y me vuelvo a caer desde mí mismo

al vacío,

a la nada.

¡Qué pirueta!

¿Desciendo o vuelo?

No lo sé.

Recibo

el golpe de rigor, y me incorporo.

Me toco para ver si hubo gran daño,

más o menos me encuentro.

Mi cuerpo ¿dónde está?

Me duele sólo el alma.

Nada grave

03 febrero 2008

Angelus Novus

Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le tiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas. Y este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.


Walter Benjamin (1892-1940), “Tesis de Filosofía de la Historia”, Discursos interrumpidos I, traducción de Jesús Aguirre, Taurus, Madrid, 1971.

25 enero 2008

¡Es asombrosa la perfección en la entrega de algunas mujeres inteligentes, porque ellas solas saben anular la inteligencia y meterla en la carne en el momento preciso!


Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999)
Quizá nos lleve el viento al infinito (1984)

22 enero 2008

Los lazos conyugales (1)

.
.
Sigues conmigo porque ya no queda nadie más que yo que recuerde tu belleza. Sólo yo tengo en mis ojos viejos tus ojos jóvenes.

Carlos Fuentes (Panamá, 1928)
Todas las familias felices, 2006
Alfaguara

18 enero 2008

MI PLANTA DE NARANJA-LIMA

- Mira, tío, cuando yo era pequeñito pensaba que tenía un pajarito aquí adentro y que cantaba. Era él quien cantaba.
-Ajá! Es una maravilla que tengas un pajarito así.
- No entendiste. Pasa que ahora ando medio desconfiado de ese pajarito. ¿Y cuando hablo y veo por dentro?
Entendió y se rió de mi confusión.
- Voy a explicarte, Zezé. ¿Sabes lo que es eso? Eso significa que estás creciendo. Y creciendo, esa cosa que dices que habla y ve se llama pensamiento. El pensamiento es lo que hace aquello que una vez yo dije que tendrías muy pronto...
- ¿La edad de la razón?
- Es muy bueno que te acuerdes. Entonces sucede una maravilla. El pensamiento crece, crece y toma por su cuenta toda nuestra cabeza y nuestro corazón. Viven en nuestros ojos y en todos los momentos de nuestra vida.


Mi planta de naranja-lima, José Mauro de Vasconcelos. Editorial El Ateneo, 2005 (45ª edición)

11 enero 2008

¿He mencionado que, cuando tenía quince años, me la saqué de la bragueta y empecé a masturbarme en el autobús 107 de Nueva York?
Había sido obsequiado con un día perfecto por mi hermana y Morty Feibish, su novio, seguido después por una cena de mariscos en Sheepshead Bay. Un día exquisito. Hanah y Morty se quedaban a pasar la noche en Flatbush, con la familia de Morty, así que me metieron en el metro hasta Manhattan a eso de las diez, y allí subí al autobús para New Jersey, una vez en el cual tomé en mis manos no sólo el pene sino toda mi vida, cuando piensa uno en ello. La mayoría de los pasajeros estaban dormitando antes de que saliéramos del túnel Lincoln, ncluyendo la muchacha que ocupaba el asiento de al lado del mío, los pliegues de cuya falda de tartán había empezado yo a apretar con la pana de las perneras de mis pantalones, y para cuando empezamos a subir por la Pulaski Skyway yo tenía ya la verga sacada y agarrada con el puño.
Philip Roth (New Jersey, 1933), El lamento de Portnoy.

08 enero 2008

La literatura: oral y real

Santiago Alba Rico vivía en El Cairo cuando nació en 1992 su hija Lucía. En una de estas sesiones interminables de gritos, el padre primerizo tomó al bebé en una mano y en la otra la Divina Comedia y, a grandes zancadas, comenzó a desgranar en voz alta los versos de Dante: «La combinación tuvo un efecto ansiolítico inmediato, para ella y para mí, y pocos minutos después pude seguir leyendo sentado al lado de la cuna», cuenta el filósofo en Leer con niños (Caballo de Troya). A partir de entonces, utilizó para tranquilizar a la niña la lectura, «la más dura de las drogas». Cuando nació su segundo hijo, la lectura en voz alta se había extendido a los viajes, las siestas frustradas de las vacaciones o las salas de espera del dentista. Los mitos griegos, personajes creados para ellos y obras indispensables que van desde Herodoto a Carson McCullers, cayeron y siguen cayendo en esas lecturas familiares. Ahora la familia vive en Túnez y anda enfrascada con Kafka.

«No hay peligro en tomarse en serio las novelas porque cuando uno se toma en serio la ficción esa seriedad se proyecta a otras cosas. El peligro es cuando no se toma en serio la realidad y todo se convierte en pasatiempo, como el hecho de estar viendo una información sin distinguir entre las torturas en Abu Ghraib y la Pasarela Cibeles».

[En el reportaje-entrevista realizado por Amelia Castilla a Santiago Alba Rico aparecido en el número 841 de Babelia, El País, sábado 5 de enero de 2008].

04 enero 2008

Crucé el pasillo. Pensaba: ¿Y si encontrase mi libro ahí, en su mesa de trabajo? Entonces, de pronto, me di cuenta de lo extraño de la situación: yo con su chaqueta, mi libro en su mesa. Él con mis ojos, yo con sus zapatillas.

Lo único que quería era una prueba de que él lo había leído.

Me senté en su silla, ante la máquina de escribir. La casa estaba fría. Me ceñí su chaqueta. Me pareció oír una risa, pero me dije que era sólo el bote que crujía con la tormenta. Me pareció oír pasos en el tejado, pero me dije que era sólo algún animal en busca de comida. Hice oscilar el cuerpo, como hacía mi padre cuando rezaba. Mi padre me dijo una vez: "Cuando un judío reza hace a Dios una pregunta que nunca se acaba".

Caía la tarde. Caía la lluvia.

No pregunté a mi padre: ¿qué pregunta?

Y ahora ya es tarde. Porque te perdí, tateh. Un día de primavera de 1939, un día de lluvia que dejó paso a un claro en las nubes, te perdí. Habías salido a recoger especímenes para una teoría que estabas urdiendo acerca de la lluvia, el instinto y las mariposas. Y entonces te fuiste. Te encontramos tumbado bajo un árbol, con la cara salpicada de barro. Comprendimos que ya eras libre, libre del pesar de unos resultados decepcionantes. Y te enterramos en el cementerio en que estaba enterrado tu padre, y su padre, a la sombra de un castaño. Tres años después perdí a mameth. La última vez que la vi llevaba un delantal amarillo. Metía cosas en una maleta, la casa estaba revuelta. Me dijo que fuese al bosque. Me dio un paquete de comida y me dijo que me pusiera el abrigo, a pesar de que estábamos en julio. "Vete", me dijo. Yo ya era muy mayor para obedecer sin rechistar, pero obedecí como un niño. Me dijo que ella iría al día siguiente. Quedamos en encontrarnos en un lugar del bosque que conocíamos los dos. El nogal gigante que tanto le gustaba a tateh, porque decía que tenía cualidades humanas. Me fui sin despedirme. Quería creer que así era más fácil. Estuve esperándola. Pero. Ella no vino. Desde entonces he vivido con el remordimiento de haber comprendido, cuando ya era tarde, que ella pensaba que sería una carga para mí. Perdí a Fritzy. Estaba estudiando el Vilna, tateh... alguien que conocía a alguien que conocía a alguien me dijo que lo habían visto por última vez en un tren. Perdí a Sari y Hanna por los perros. Perdí a Herschel por la lluvia. Perdí a Josef por una grieta del tiempo. Perdí el sonido de la risa. Perdí unos zapatos que me quité para dormir, los zapatos que me había dado Herschel habían desaparecido cuando desperté, anduve descalzo varios días hasta que me rendí y robé los zapatos a otro. Perdí a la única mujer a la que quise amar en mi vida. Perdí años. Perdí libros. Perdí la casa en que nací. Y perdí a Isaac. Así pues, ¿quién me asegura que, por el camino, sin darme cuenta, no he perdido también la razón?



La historia del amor (2.005), de Nicole Krauss (EEUU, 1.974)

02 enero 2008

Últimas notas de Thomas F. para la humanidad

(foto de Tom Sandberg, incluida en la solapa)

[de La Aglomeración]

El mundo está lleno de insensatez y confusión, la falta de libertad tiene profundas raíces, la esperanza de igualdad está disminuyendo, la fuerza superior es demasiado grande, eso parece. Tenemos que estar contentos con lo bien que vivimos, dice la gente, la mayoría vive peor. Y luego toman pastillas contra el insomnio. O contra la depresión. O contra la vida.


[de En la Peluquería]

De modo que me vestí y salí a la calle. No había exagerado, tardé mucho; jamás he oído hablar de nadie que ande tan despacio como yo, es una lata, hubiera preferido ser sordomudo. Porque ¿qué hay que merezca ser escuchado?, y ¿por qué hablar?, ¿quién escucha?, y ¿hay algo más que decir? Si, hay más que decir, pero ¿quién escucha?


Kjell Askildsen (Mandal, Noruega, nacido en 1929)
Últimas notas de Thomas F. para la humanidad
Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Editorial Lengua de Trapo